En los últimos días, un cartel de Semana Santa ha generado un intenso debate entre los fieles y amantes del arte. La razón principal de la controversia radica en su aparente simpleza, lo que ha llevado a algunos a cuestionar su valor artístico y su capacidad para representar la solemnidad y el esplendor de estas festividades. Sin embargo, desde Galería Artevivo queremos plantear una reflexión más profunda: ¿es justo criticar una obra por su estilo cuando, precisamente, cada artista tiene su propio sello inconfundible?Cuando una hermandad decide encargar un cartel a un pintor determinado, lo hace con pleno conocimiento de su trayectoria, su técnica y su lenguaje visual. En el arte, la firma de un artista es su identidad, una manifestación de su forma de entender el mundo y plasmarlo en su obra. Si hubiéramos pedido un cuadro a Picasso, sin duda nos habría entregado un Picasso. Si lo hubiéramos solicitado a Dalí, habríamos recibido un Dalí. Y así sucede con cada creador: su impronta es inseparable de su trabajo, y es precisamente lo que hace que cada obra sea única e irrepetible.El arte no es un ejercicio de complacencia ni de adhesión a cánones preestablecidos. Es una expresión de emociones, de ideas y de percepciones que varían con el tiempo y con la sensibilidad de cada creador. En este sentido, reducir la valoración de un cartel de Semana Santa a su grado de detalle o a la adherencia a un estilo tradicional es limitar la libertad creativa que hace del arte un campo tan rico y diverso.Desde Galería Artevivo defendemos la creatividad en todas sus formas. Respetamos la tradición, pero también valoramos la evolución del arte y el derecho de cada artista a expresarse con autenticidad. Un cartel, más allá de su técnica o su estética, es un mensaje visual que nos invita a sentir, a reflexionar y a vivir la Semana Santa desde una perspectiva única.Quizás la verdadera cuestión no sea si el cartel es simple o no, sino si logra transmitir una emoción, un sentimiento o una visión particular de la Semana Santa. Y en ese sentido, cada obra, con su estilo propio, tiene su lugar y su razón de ser. Porque el arte no está hecho para ser comprendido por todos de la misma manera, sino para despertar en cada uno una mirada distinta y personal.
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